La marca que los expertos descartaron y que hoy conquista cocinas en toda la región

Hace más de 40 años, un grupo de expertos en mercadotecnia fue tajante: “nadie va a querer cacerolas feas, caras y pesadas”. Sin embargo, una familia de Venado Tuerto, Santa Fe, Argentina, demostró lo contrario y creó un fenómeno cultural que hoy está presente en millones de cocinas y exporta a cinco países.
La historia de Essen, empresa argentina con 45 años de historia dedicada a nutrir el bienestar de las personas a través de la cocina casera, comenzó mucho antes de convertirse en sinónimo de innovación y tradición. En 1954, Armando y Teresa Yasci pusieron en marcha un pequeño taller en el patio de su casa: Fundiciones Yasci. Allí producían quemadores para cocinas a gas y, con el tiempo, se convirtieron en líderes del mercado argentino. Pero no querían depender de un producto intermediario; soñaban con crear algo propio que pudiera transformar la vida de las personas.
Ese sueño tomó forma gracias a una experiencia decisiva. Wilder Yasci, hijo del matrimonio fundador, viajó a Nueva York y en una tienda descubrió cacerolas de aluminio que lo fascinaron. La innovación que había visto en Estados Unidos fue la chispa para empezar a pensar en grande: ¿por qué no llevar esa novedad a la Argentina? Convencido, volvió a Venado Tuerto y junto a su familia inició un largo camino de pruebas que se extendió por tres años, hasta lograr la primera cacerola Essen.
El comienzo no fue fácil. Cuando buscaron asesoramiento, un consultor de marketing les aseguró que el proyecto estaba condenado al fracaso, les dijo que las cacerolas eran “feas, pesadas y caras”. Y, de hecho, las primeras experiencias parecieron darle la razón: en las vidrieras de los locales no se vendía ninguna. Sin embargo, los Yasci no se dieron por vencidos. Fue entonces cuando encontraron su gran diferencial: la venta directa con demostraciones en casas.
La primera prueba de este nuevo modelo tuvo lugar en Sancti Spíritu, un pequeño pueblo ubicado a 49 kilómetros de Venado Tuerto. Allí, en una reunión con vecinos, mostraron las bondades del producto. En apenas dos horas vendieron 10 cacerolas. Ese debut marcó un antes y un después: habían descubierto el secreto para conectar con las personas y transformar una cacerola en una experiencia.
De Venado Tuerto al mundo
Hoy, Essen lleva más de 20 millones de cacerolas vendidas y su propuesta se expandió de Argentina a Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú y recientemente México. Su motor es una red de más de 20.000 emprendedores independientes que no solo venden un producto, sino que transmiten un estilo de vida.
Innovación y tradición
Las cacerolas Essen no solo destacan por sus atributos técnicos —permiten reemplazar horno, vaporera, freidora y baño maría, ahorrando hasta seis veces más gas que un horno convencional—, sino también por el valor simbólico que encierran. Para la marca, “cocinar hace bien”: alimenta mejor, une familias, genera recuerdos y momentos de encuentro.
Ese legado atraviesa tres generaciones de la familia Yasci, que continúan impulsando a Essen con un mismo propósito: acercar la cocina casera a cada vez más hogares. En los últimos años, la empresa incorporó nuevos materiales, combinaciones inéditas y hasta una línea de electrodomésticos, manteniendo como eje la innovación constante.
Un fenómeno cultural
Lo que empezó como un emprendimiento familiar en un taller de Venado Tuerto se transformó en un ícono cultural. Las cacerolas Essen se heredan, reúnen familias y hoy conquistan también las cocinas de miles de latinoamericanos.
De una “cacerola que nadie iba a querer” a un símbolo de tradición e innovación que se expande en la región, Essen demuestra que cocinar puede ser mucho más que preparar alimentos: es crear comunidad, compartir y trascender generaciones.